San Antonio y su amor al crucificado
Cuentan los biógrafos de la vida de San Francisco de Asís, que un día la gente vio que este gran santo iba por la calle llorando amargamente. Se quedaron preocupados pensando que tendría algún problema o enfermedad, y se acercaron a él para preguntarle: ...
“¿Por qué lloras, Francisco, qué te pasa? Y el santo respondió sollozando: Lloro la pasión de mi Señor Jesucristo, y no me avergonzaría de ir por todo el mundo llorándola”.
Rasgo esencial de la espiritualidad franciscana es el amor a Cristo Crucificado. Sus discípulos y seguidores, entre los cuales está San Antonio de Padua, aprendieron del pobre Francisco de Asís a contemplar día y noche la pasión dolorosa del Señor. Esto le empujaba a San Antonio a identificarse con Cristo y a participar de sus sufrimientos mediante una vida de austeridad y penitencia. En el fondo de su corazón sentía una sed abrasadora de amar a Cristo hasta dar la vida por Él.
Repasando sus sermones, descubrimos frases que nos hablan de su amor al Crucificado. Por ejemplo: “El cristiano debe apoyarse en la Cruz de Cristo como el viandante en el bastón. Debe llevar bien grabada en la mente y el corazón la Pasión del Señor, pues solo de esta fuente manan palabras de vida, de paz, de gracia y de verdad. ¡Contemplemos a Jesús Crucificado!” (Sermones, 1)
Luis Longás
Colaborador de la revista El Santo