Cuaresma y Vida
De nuevo llega la Cuaresma y de nuevo escuchamos la llamada a la conversión. A pesar de que la santidad es posible y debiera ser real, lo real es nuestra condición persistente de pecadores y la necesidad de seguir repicando esa llamada constante a la conversión.
¿Por qué? Encuentro una respuesta en la confesión de san Francisco: “Si a cualquier otro se le hubieran dado las gracias que a mí las hubiera aprovechado mejor que yo”.
De eso se trata efectivamente, de aprovechar la gracia de Dios que recibimos en los sacramentos; que no caiga en saco roto, como se nos advierte el miércoles de ceniza. Los confesantes, por ejemplo, se sienten incómodos si el sacerdote no les impone una penitencia. Creen que haciendo un rezo ya han cumplido y pueden quedarse tranquilos. Tan tranquilos que se van a ver sorprendidos de nuevo por la fuerza de la tentación en la primera ocasión. Nos lo advierte el Papa: “La falta de un reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites es lo que impide a la gracia actuar mejor en nosotros” (GE 50)
El final de la confesión hoy no es una rápida oración penal sino una prolongada acción de gracias. Nos cuesta entrar por el carril de agradecimiento. Confesarse no es cumplir la penitencia, es quedar endeudados para siempre con el señor. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?, se pregunta el salmo y el que se ha acercado a la reconciliación consciente del amor perdonador de Dios.
Y entonces surge el agradecimiento y el deseo de correspondencia al amor gratuito de Dios, amor que es gracia, conciencia de que “El nos amó primero” (1Jn 4,19).
Otro tanto se puede decir de la Eucaristía. Y esa superficialidad en el uso de los sacramentos nos empuja en cadena rotante a la rutina, tibieza, alejamiento y abandono.
El participar en los actos religiosos sin sentimiento nos va enfriando, vamos dejando cosas y terminamos dejándolo todo. Un reciente informe del Centro de investigaciones sociológicas (CIS) constata el descenso, tanto en la práctica religiosa como en el de personas que se declaran católicas.
En 2018 la frecuencia porcentual de asistencia a misa es la siguiente: nunca o casi nunca (algún funeral o boda) el 62%; casi todos los domingos 12% y varias veces por semana 2,3%.
Así mismo el número de españoles que se confiesan católicos desciende al 62% con una bajada de 6,5% puntos en solo un año. Este porcentaje se situaba en el 2000 en 83% y en el 2009 en el 75%.
La Cuaresma nos permite volver a Dios si no la convertimos en rutina.
“El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida”.
Así nos decía el Papa en el mensaje de Cuaresma del año pasado. La Cuaresma nos invita a vivir intensamente nuestros encuentros con Dios para que nuestra relación con Él no se debilite, sino se fortifique. Conversión es volver a Dios y volver de una forma agradecida a su acogida y amor, de modo que nuestro abrazo con el Padre nos lleve a no separarnos nunca más.
Valentín Martín
Colaborador de la revista El Santo
(Articulo publicado en el número de marzo de 2019)