Florecilla antoniana
En los claustros silenciosos de la abadía de Limoges está paseando fray Antonio. Calada la capucha, las manos recogidas, los ojos en el suelo y el corazón en el cielo. Por las amplias arcadas góticas penetra a torrentes la luz del sol. En el jardín se oye el cantar festivo de los jilgueros y el piar estridente de los gorriones. Un surtidor acompaña con su música monótona el original concierto.
-¿Qué pensará fray Antonio? Cuchichean los religiosos jóvenes que le miran a hurtadillas desde una galería.
-¿No sabéis? -Añade uno en voz aún más baja. Nuestro Superior le ha encargado dirija hoy la plática a la Comunidad.
-¡Qué felices vamos a ser, -dice un tercero, oyendo al gran predicador!
Un toque de campaña corta bruscamente la conversación. Los monjes, en silencio, se dirigen al coro. Detrás de ellos va fray Antonio, con el rostro trasfigurado.
El sermón.
Después de algunas oraciones litúrgicas, comienza el sermón.
El texto es el siguiente, tomado del Sagrado Libro de los Salmos: “¿Quién me dará alas como de paloma y volaré a mi nido y allí descansaré?”
“Sed, dice el fervoroso predicador, como la paloma que hace su nido en lo más hondo del hueco de la peña, si Jesucristo es la piedra, el hueco de la piedra donde el alma ha de refugiarse es la llaga del costado de Jesucristo... Hay en su sagrado Cuerpo numerosas heridas, y, sobre todo, la llaga de su costado sacralísimo. Esta llaga conduce a su corazón, adonde llama al alma con quien se quiere desposar. Hále abierto sus brazos, su costado y su corazón para que vaya allí a esconderse... Cuando la paloma se retira a las profundidades de la peña, se pone a cubierto de las persecuciones del ave de rapiña... del mismo modo, el alma religiosa hallará en el corazón de Jesús asilo segurísimo contra las maquinaciones de Satanás...
Después que el alma religiosa ha oído la voz de esta Sangre divina, ha de llegar hasta el manantial de donde brota, hasta lo más íntimo del Corazón de Jesús, donde el alma hallará luz, consolaciones, paz y delicias inefables... La paloma hace su nido con pajas, y nosotros ¿con qué construiremos nuestra morada en el Corazón de Jesús?...
¡Oh alma religiosa, paloma amada de Cristo, mira esas pajas que el mundo huella con sus pies!...
El mundo las desprecia como pajas inútiles, no obstante, solo valiéndose de ellas podrá fijar tu morada eterna en lo más hondo de la peña, en el Corazón sacratísimo de Jesús”
El sermón ha durado largo rato. Los monjes no saben qué pensar de doctrina tan sublime y tan consoladora... Nosotros tampoco acertamos a decir nada. Hemos cogido esta “Flor Antoniana”, de una fragancia inimitable, y la hemos acercado a nuestros labios en este mes del Corazón de Jesús y no hemos podido exclamar al sentir su perfume, lo que ha dicho de ella un hijo de la ilustre Compañía de Jesús: “Ciertamente esta exhortación es una joya, al par que un monumento de la esclarecida Orden Franciscana para la historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús”
P. Silverio de Zorita
Publicado en la revista "El Santo", número 17 de 13/6/1943