Rezar a San Antonio
El filósofo-místico judío J. A. Heschel escribió “rezar es la gran recompensa de ser hombres”. En el rezar se escucha el misterio del hombre: Del que necesita, del que se siente solo rodeado de todo, del que le inquieta el más allá desde un más acá sin más luz que la lamparita de la fe.
El filósofo-místico judío J. A. Heschel escribió “rezar es la gran recompensa de ser hombres”. En el rezar se escucha el misterio del hombre: Del que necesita, del que se siente solo rodeado de todo, del que le inquieta el más allá desde un más acá sin más luz que la lamparita de la fe.
Hay quien reza para agradecer, para pedir perdón, para obtener lo que él da por perdido. En la oración siempre existe: “Un Yo que reza y un Tú que escucha”. Automáticamente se está aceptando un SER Superior que puede ayudar. Tantas cosas que agitan e interrogan al hombre, necesitan un Tú cercano y amigo con quien poder hablar lo que no se habla con un amigo de copas.
La oración, a veces: Es grito, a veces Suspiro, a veces latido. A veces buscar a Alguien en quien apoyar su miedo. A veces necesidad, a veces gratitud. A veces búsqueda, a veces abandono. A veces fe, a veces refugio.
A veces esperanza, a veces cálculo. Muchas veces la pulsación acelerada de tantos corazones que de tanto sufrir no termina de llorar. Y es cuando se recurre a ALGUIEN que se llama PADRE y se apellida DIOS. Nuestra oración la enviamos en carta urgente… que colocamos en la mano amiga de San Antonio, para que Él ponga su sello o la entregue personalmente a AQUEL que dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”
José Martínez de la Torre