Un revoltijo de sucesos
Que todo un Dios acuda de la mano de sus padres a cumplir con la ley mosaica de presentarlo en el templo, es de nota. Se hace cuesta arriba llegar a entender ese gesto que denota entrega total a la voluntad del Padre, cuando hoy día a los niños no se les familiariza con la parroquia de su barrio o de su pueblo y si con la tablet y el móvil.
La presentación del Niño en el templo y la Festividad de la Virgen de Lourdes podrían dar para millones de artículos y comentarios durante este mes de febrero. Sin embargo proseguirán los medios de comunicación aturdiéndonos con el morbo que despierta un caudaloso e imparable revoltijo de sucesos.
Que todo un Dios acuda de la mano de sus padres a cumplir con la ley mosaica de presentarlo en el templo, es de nota. Se hace cuesta arriba llegar a entender ese gesto que denota entrega total a la voluntad del Padre, cuando hoy día a los niños no se les familiariza con la parroquia de su barrio o de su pueblo y si con la tablet y el móvil.
Leí estas pasadas Navidades en El País, que España es el tercer país con un mayor abandono del cristianismo de Europa. Leyendo esa información recordé al apóstol Santiago del que la tradición sitúa evangelizando en España y a los miles de misioneros que esparcidos por el mundo entero predicaron el Evangelio, y se me vino a la cabeza una frase que oí hace ya muchos años: “España, es un país de misión”. Y ahora creo que sí sería más que conveniente que religiosos y laicos, creyentes todos, dieran testimonio de aquel que dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, porque redundaría en beneficio de toda la sociedad.
Dice una poeta leonesa, afincada en Estados Unidos y cuyo nombre es Margarita Merino que el mundo necesita amor, refiriéndose no solo a los seres humanos sino también al respeto a los animales y al medio natural. Y tiene mucha razón en apelar a ese sentimiento noble, con independencia de que se tenga o no fe en el cristianismo, o en cualquiera otra religión que conduzca a rezar y a reconocer al Señor que creó el mundo de regalo.
Recientemente les pregunté a unos niños que pensaban de los políticos, y sin titubear me respondieron: “Unos señores que discuten y se pelean todo el tiempo porque todos quieren mandar”. Por las Navidades no me atreví a preguntarles. Vi las calles de Santander la tarde de Nochebuena. ¡Que pena! Cientos de jóvenes borrachos orinando en la calle a plena luz del día y llenando de basura las calles.
Es por tanto urgente sacar todos los días un rato para reflexionar sobre el mundo que queremos legar a los nuestros. Y pedir para que el decoro vuelva a nuestras calles y el botellón sea un hecho aislado y no una epidemia que se extiende cual tsunami debido a la falta de valores, al aislamiento y a la falta de buenos ejemplos en los hogares. Ojalá acallemos los sucesos con que Nos machacan los medios, abriendo nuestros oídos a los que están solos y el corazón a los que sufren que son muchísimos.
Donata Bustamante
Colaboradora de la revista El Santo