Antonio, superior y predicador
Fray Antonio. Antonio aceptó el encargo y, cuando la iglesia rebosaba de gente, subió al púlpito y comenzó a glosar las siguientes palabras del evangelio: “Donde está tu tesoro, allí también está tu corazón”
En la tarde del 3 de octubre de 1226 moría Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana. Fray Elías, vicario general de la Orden, envía una carta a todos los Hermanos para participarles la triste noticia. Fray Antonio se encuentra en el sur de Francia combatiendo la herejía, y desempeñando al mismo tiempo el oficio de Custodio, cargo equivalente a superior de toda una región.
Antonio se pone en camino hacia Asís; y a finales de 1227, le nombran provincial de la Romaña. Provincial a los treinta y dos años; ello indicaba la gran estima en que le tenían los dirigentes de la Orden, Su carrera había sido brillante: teólogo, predicador, guardián, custodio y ahora provincial.
Ejerce el cargo de provincial recorriendo Venecia y Lombardía para visitar a las Comunidades como lo prescribía la Regla, y dirigiendo a los hermanos con sabiduría, firmeza y cortesía. Alternando con el oficio de provincial, prosiguió el ministerio de la enseñanza y de la predicación.
Nos dice su biógrafo: “Iba por las ciudades y aldeas sembrando por todas partes la palabra de vida. Su vigorosa palabra y su doctrina echaron en los corazones de sus oyentes raíces tan profundas, que una multitud de creyentes se acercó al Señor”. Fray Antonio, hombre enamorado de Cristo, iba por todas partes anunciando el evangelio, y proclamando con absoluta libertad su insobornable amor a la verdad y la justicia.
Predicador de la justicia: La “Leyenda florentina” nos relata en ese tiempo uno de esos “milagros extraños” atribuidos a nuestro santo: “Había fallecido en Florencia un hombre acaudalado, célebre por su usura y su avaricia; los herederos encargaron los correspondientes funerales, eligiendo para la oración fúnebre al orador más en boga. Fray Antonio. Antonio aceptó el encargo y, cuando la iglesia rebosaba de gente, subió al púlpito y comenzó a glosar las siguientes palabras del evangelio: “Donde está tu tesoro, allí también está tu corazón” (Mt 6, 21)
Se despachó a gusto contra la usura y la injusticia, y como se levantara un murmullo de protesta entre el auditorio ante la inusitada osadía del apóstol de la verdad y de la justicia, fray Antonio aseguró tranquilamente: “Yo nada invento. Aquí en el féretro, está el cadáver de un avaro; pero no encontraréis su corazón en el pecho; su corazón no está aquí, se encuentra en la caja fuerte de su casa, mezclado con sus riquezas”. Y según la Leyenda así era en realidad: allí lo encontraron, con la consiguiente sorpresa de todos.
La denuncia del mal y de la injusticia ha sido una de las tareas más importantes que acometieron siempre los profetas. Todos los grandes oradores, fray Antonio por supuesto, fueron fieles a esta misión, porque sin en ello es imposible la construcción de un mundo más justo y habitable.
Domingo Fernández Villa